jueves, 1 de marzo de 2007

La llamada

- Nunca lo hubiera dicho.....- contestó el hermano-juez Tolen, quitándose los guantes de su servoarmadura.- Es cierto que el Inquisidor Van Alscik ponía una pasión desmedida en la destrucción de los xenos, pero todos creímos que era su amor y fe por la palabra del Emperador lo que movía su mano y afinaba su puntería.

-¿Nadie notó nada extraño en su comportamiento, algún gesto, alguna señal?

El interrogador tenía una voz grave y quebrada que parecía introducirse por los resquicios de la mente del juez. Era un Gran Inquisidor destinado a esclarecer los hechos que habían conducido a Weiss Van Alsick a caer presa del Gran Engaño y abrazar los efluvios del Caos. De piel oscuro y mas dos metros de altura, su figura remarcada por una impresionante armadura dorada de complicado diseño, llenaba de presencia y poder la sala de interrogatorio. Su nombre era Garth Saalt, y se decía que nadie le había visto sonreir jamás.

Hacía una semana que El Azote, había asaltado la zona vigilada de la armería sonde un pequeño grupo de caballeros grises guardaban la reliquia rescatada a los TAU en espera del destacamento inquisitorial que la llevara a Terra para su estudio y clasificación. Después de matar a los tres Caballeros que formaban la escolta, Van Alsick había robado una thunderhawk y se había encaminado hacia el planeta desierto de Alsahadar.
Todas la alarmas se encendieron entonces. La ecuación que formaban el Báculo de las Mil Formas y Alsahadar, solo podía tener un resultado: Desastre. En el desolado planeta, un destacamento de Templarios Negros había sido encomendado para la vigilancia de un portal de disformidad cuya ultimo signo de actividad se remontaba a la caída de los Eldars y al nacimiento de Slaanesh. Era de vital importancia que esa puerta permaneciera por siempre cerrada, ya que muchos psíquicos habían advertido que una vez desencadenada, bien podría convertirse en un nuevo Ojo del Terror.
El robo del objeto y su traslado al planeta-puerta, ponían de manifiesto que el Inquisidor se había convertido en una mera marioneta en manos de poderes ancianos, que habían visto en las debilidades del humano la oportunidad perfecta para desencadenar el desastre en el plano material.

-Quizás el Caos encontró un hueco en la incólume fe del Inquisidor - dijo el Interrogador Garth - Un pecado que fue su puerta a la perdición

- El odio del hermano Weiss hacia todo lo que se oponía a la palabra del Emperador era legendaria, Gran Inquisidor Saalt - respondió el Juez Tolen con la seguridad ciega de los Caballeros Grises - Su dedicación era incuestionable

- Lo se hermano- asintió Garth - Pero a menudo, el odio es una puerta hacia la obsesión, la obsesión a la locura, y la locura es la llave que abre los corazones al sonido de la disformidad.

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Weiss Van Alsick se sentía arder. El Báculo colgaba en su cinto, cambiando de forma con tanta rapidez, que apenas era un mancha borrosa y oscura ante sus ojos. Se sentía mas grande, mas fuerte, mejor. El desasosiego en su pecho se había convertido en una cosquilleo placentero que parecía animar y reforzar sus acciones. El odio que antes le había parecido doloroso e incómodo era ahora algo casi físico con lo que podía actuar. Todo lo que las voces le habían prometido estaba ante sus ojos, tras el portal oscuro enmarcado en piedras con eones de antigüedad, que zumbaban como un millón de moscas. Todo lo que las voces le habían prometido estaba tras de él. Las herramientas que necesitaba para erradicar al xeno de la existencia eternamente, gruñían inquietos a su espalda, amartillando bólteres milenarios, accionando hachas rojas de sangre seca, vomitando pus amarilla o verdosa por pústulas horribles que nunca iban a curar.
Todo parecía lícito ahora, con tal de conseguir su objetivo: Shas `El Boltha moriría. Moriría mil veces, todas bajo su mano. El poder que necesitaba para doblegar una civilización estaba a unos pocos kilómetros, y un puñado de Templarios Negros, esos arrogantes hijos de puta, no se lo iban a impedir de ninguna de las maneras.

Un marine viejo como las estrellas se acercó apestando como la muerte de un centenar de hermanos.

- Todo está preparado mi señor- dijo con una voz que parecia surgir de los abismos del tiempo.

La voz de Van Alsick se perdió entre el rugido de la locura, entre las pisadas de metal de un avance demoledor, entre el resplandor de una cuenta atrás para el exterminio, que ahora se dibujaba imparable.

- ¡¡¡¡¡SIN PIEDAD!!!!!

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