Siempre hay que pagar un precio.
DOOM
El nombre que le había sido entregado por el Ordo Malleus había sido borrado de la existencia. El otrora glorioso apellido Van Alsick yacía perdido en un pozo de sangre coagulada. El que antaño había sido un hombre colgaba atado a cadenas oxidadas de un techo lejano e imposible, atravesado por enormes anzuelos que proporcionaban un dolor casi insoportable. Un demonio con forma de mujer y garras afiladas como el deseo se acercó al nuevo señor del Caos para hurgar en una herida abierta y purulenta que se abría como una boca enorme en su estómago. Weiss gritó sin sonidos, pues en la antigua base TAU la razón y el aire habían sido engullidos por una grieta de disformidad con destellos morados.
DOOM
A su lado el báculo de las mil formas zigzagueaba susurrándole promesas de imperios y vino templado servidos en mesas donde la carne de los enemigos era colocada humeante sobre la ceramita rota de servoarmaduras astartes. Weiss gritó de nuevo, engullido ahora su eco por el rugido pasmoso del Devorador de Almas. La mujer con ojos de tigre masticaba con lentitud una masa roja que salia reptando despacio de la herida de las tripas del Inquisidor.
DOOM
- Eres el Predicador de nuestra Palabra, Weiss,- zumbo Tzeench desde su báculo- eres el Paladín de la caída, el heredero del vacío. Abre la puerta del Planeta desierto y desencadena el final de todas las cosas. Tu nombre ahora es ácido en las bocas de los fieles, porque todos tienen envidia de tus logros. Vienen a quitártelo todo Van Alsick, vienen a dejarte sin nada.
DOOM
Weiss gritó, y cientos de marines viejos como el sonido dispararon sus armas contra el cielo ahora axfisiante de la sala.
DOOM
Cerca de su tormento le esperaban sus recompensas y las miro con las cuencas vacías de sus ojos. Sonrió con dientes podridos. Beso al engendro-mujer masticando también sus propias entrañas. Bajó del cielo disforme coronado de sangre y envuelto en cadenas y pinchos y garfios. Cogió su arma y su armadura, congrego sus acólitos con el sonido de la batalla, ordeno al báculo que fuera una como un martillo implacable y se dispuso a llamarse sólo Muerte.
DOOM
viernes, 3 de agosto de 2007
miércoles, 9 de mayo de 2007
El vuelo negro
Los Dirilio eran una sub-raza humana que habitó el planeta Shiro IV mucho antes de la llegada del Emperador. De piel oscura y costumbres contrarias al credo imperial, fueron perseguidos por la Inquisición hasta reducir su número a unos pocos miles de sujetos.
La sociedad Dirilia tiene una clara jerarquía matriarcal, siendo las mujeres el género dominante. Ellas son las guerreras, las líderes. Con temperamento agresivo, se enfrentaron al Imperio creando pequeñas escaramuzas que incomodaba enormemente a su enemigo.
Con la llegada de los Tau, la reina Dirilio vio la oportunidad ideal de echar al Imperio de su planeta natal. Los invasores eran mucho más tolerantes que el Imperio de la humanidad, y firmaron un pacto por el cual las tropas nativas apoyarian la invasión, a cambio de poder mantener su forma de vida y sus costumbres.
Su papel en las batallas fue más anecdótico que eficaz. Pero pronto se mostró la principal virtud de estas mujeres: Su velocidad y su resistencia.
Los tau llevaban tiempo estudiando unos prototipos para unas armaduras de vuelo de pequeño tamaño, pero un guerrero de fuego no tenía la suficiente habilidad para manejarlas correctamente, al contrario que las dirilianas.
Tras unas pocas pruebas, estas mujeres se hicieron un importante hueco en el ejército Tau, formando las escuadras más rápidas nunca vistas en las fuerzas del bien supremo.
Tras la expulsión del imperio de la humanidad, la reina Diriliana agradeció a los nuevos invasores su nueva autonomía y unió gustosamente a su comunidad a las filas del Shas'o Boltha.
Las Alas Negras de Dirilia estaban listas para combatir.
La sociedad Dirilia tiene una clara jerarquía matriarcal, siendo las mujeres el género dominante. Ellas son las guerreras, las líderes. Con temperamento agresivo, se enfrentaron al Imperio creando pequeñas escaramuzas que incomodaba enormemente a su enemigo.
Con la llegada de los Tau, la reina Dirilio vio la oportunidad ideal de echar al Imperio de su planeta natal. Los invasores eran mucho más tolerantes que el Imperio de la humanidad, y firmaron un pacto por el cual las tropas nativas apoyarian la invasión, a cambio de poder mantener su forma de vida y sus costumbres.
Su papel en las batallas fue más anecdótico que eficaz. Pero pronto se mostró la principal virtud de estas mujeres: Su velocidad y su resistencia.
Los tau llevaban tiempo estudiando unos prototipos para unas armaduras de vuelo de pequeño tamaño, pero un guerrero de fuego no tenía la suficiente habilidad para manejarlas correctamente, al contrario que las dirilianas.
Tras unas pocas pruebas, estas mujeres se hicieron un importante hueco en el ejército Tau, formando las escuadras más rápidas nunca vistas en las fuerzas del bien supremo.
Tras la expulsión del imperio de la humanidad, la reina Diriliana agradeció a los nuevos invasores su nueva autonomía y unió gustosamente a su comunidad a las filas del Shas'o Boltha.
Las Alas Negras de Dirilia estaban listas para combatir.
jueves, 1 de marzo de 2007
La llamada
- Nunca lo hubiera dicho.....- contestó el hermano-juez Tolen, quitándose los guantes de su servoarmadura.- Es cierto que el Inquisidor Van Alscik ponía una pasión desmedida en la destrucción de los xenos, pero todos creímos que era su amor y fe por la palabra del Emperador lo que movía su mano y afinaba su puntería.
-¿Nadie notó nada extraño en su comportamiento, algún gesto, alguna señal?
El interrogador tenía una voz grave y quebrada que parecía introducirse por los resquicios de la mente del juez. Era un Gran Inquisidor destinado a esclarecer los hechos que habían conducido a Weiss Van Alsick a caer presa del Gran Engaño y abrazar los efluvios del Caos. De piel oscuro y mas dos metros de altura, su figura remarcada por una impresionante armadura dorada de complicado diseño, llenaba de presencia y poder la sala de interrogatorio. Su nombre era Garth Saalt, y se decía que nadie le había visto sonreir jamás.
Hacía una semana que El Azote, había asaltado la zona vigilada de la armería sonde un pequeño grupo de caballeros grises guardaban la reliquia rescatada a los TAU en espera del destacamento inquisitorial que la llevara a Terra para su estudio y clasificación. Después de matar a los tres Caballeros que formaban la escolta, Van Alsick había robado una thunderhawk y se había encaminado hacia el planeta desierto de Alsahadar.
Todas la alarmas se encendieron entonces. La ecuación que formaban el Báculo de las Mil Formas y Alsahadar, solo podía tener un resultado: Desastre. En el desolado planeta, un destacamento de Templarios Negros había sido encomendado para la vigilancia de un portal de disformidad cuya ultimo signo de actividad se remontaba a la caída de los Eldars y al nacimiento de Slaanesh. Era de vital importancia que esa puerta permaneciera por siempre cerrada, ya que muchos psíquicos habían advertido que una vez desencadenada, bien podría convertirse en un nuevo Ojo del Terror.
El robo del objeto y su traslado al planeta-puerta, ponían de manifiesto que el Inquisidor se había convertido en una mera marioneta en manos de poderes ancianos, que habían visto en las debilidades del humano la oportunidad perfecta para desencadenar el desastre en el plano material.
-Quizás el Caos encontró un hueco en la incólume fe del Inquisidor - dijo el Interrogador Garth - Un pecado que fue su puerta a la perdición
- El odio del hermano Weiss hacia todo lo que se oponía a la palabra del Emperador era legendaria, Gran Inquisidor Saalt - respondió el Juez Tolen con la seguridad ciega de los Caballeros Grises - Su dedicación era incuestionable
- Lo se hermano- asintió Garth - Pero a menudo, el odio es una puerta hacia la obsesión, la obsesión a la locura, y la locura es la llave que abre los corazones al sonido de la disformidad.
---------------------------------------------------------------------------------------------
Weiss Van Alsick se sentía arder. El Báculo colgaba en su cinto, cambiando de forma con tanta rapidez, que apenas era un mancha borrosa y oscura ante sus ojos. Se sentía mas grande, mas fuerte, mejor. El desasosiego en su pecho se había convertido en una cosquilleo placentero que parecía animar y reforzar sus acciones. El odio que antes le había parecido doloroso e incómodo era ahora algo casi físico con lo que podía actuar. Todo lo que las voces le habían prometido estaba ante sus ojos, tras el portal oscuro enmarcado en piedras con eones de antigüedad, que zumbaban como un millón de moscas. Todo lo que las voces le habían prometido estaba tras de él. Las herramientas que necesitaba para erradicar al xeno de la existencia eternamente, gruñían inquietos a su espalda, amartillando bólteres milenarios, accionando hachas rojas de sangre seca, vomitando pus amarilla o verdosa por pústulas horribles que nunca iban a curar.
Todo parecía lícito ahora, con tal de conseguir su objetivo: Shas `El Boltha moriría. Moriría mil veces, todas bajo su mano. El poder que necesitaba para doblegar una civilización estaba a unos pocos kilómetros, y un puñado de Templarios Negros, esos arrogantes hijos de puta, no se lo iban a impedir de ninguna de las maneras.
Un marine viejo como las estrellas se acercó apestando como la muerte de un centenar de hermanos.
- Todo está preparado mi señor- dijo con una voz que parecia surgir de los abismos del tiempo.
La voz de Van Alsick se perdió entre el rugido de la locura, entre las pisadas de metal de un avance demoledor, entre el resplandor de una cuenta atrás para el exterminio, que ahora se dibujaba imparable.
- ¡¡¡¡¡SIN PIEDAD!!!!!
-¿Nadie notó nada extraño en su comportamiento, algún gesto, alguna señal?
El interrogador tenía una voz grave y quebrada que parecía introducirse por los resquicios de la mente del juez. Era un Gran Inquisidor destinado a esclarecer los hechos que habían conducido a Weiss Van Alsick a caer presa del Gran Engaño y abrazar los efluvios del Caos. De piel oscuro y mas dos metros de altura, su figura remarcada por una impresionante armadura dorada de complicado diseño, llenaba de presencia y poder la sala de interrogatorio. Su nombre era Garth Saalt, y se decía que nadie le había visto sonreir jamás.
Hacía una semana que El Azote, había asaltado la zona vigilada de la armería sonde un pequeño grupo de caballeros grises guardaban la reliquia rescatada a los TAU en espera del destacamento inquisitorial que la llevara a Terra para su estudio y clasificación. Después de matar a los tres Caballeros que formaban la escolta, Van Alsick había robado una thunderhawk y se había encaminado hacia el planeta desierto de Alsahadar.
Todas la alarmas se encendieron entonces. La ecuación que formaban el Báculo de las Mil Formas y Alsahadar, solo podía tener un resultado: Desastre. En el desolado planeta, un destacamento de Templarios Negros había sido encomendado para la vigilancia de un portal de disformidad cuya ultimo signo de actividad se remontaba a la caída de los Eldars y al nacimiento de Slaanesh. Era de vital importancia que esa puerta permaneciera por siempre cerrada, ya que muchos psíquicos habían advertido que una vez desencadenada, bien podría convertirse en un nuevo Ojo del Terror.
El robo del objeto y su traslado al planeta-puerta, ponían de manifiesto que el Inquisidor se había convertido en una mera marioneta en manos de poderes ancianos, que habían visto en las debilidades del humano la oportunidad perfecta para desencadenar el desastre en el plano material.
-Quizás el Caos encontró un hueco en la incólume fe del Inquisidor - dijo el Interrogador Garth - Un pecado que fue su puerta a la perdición
- El odio del hermano Weiss hacia todo lo que se oponía a la palabra del Emperador era legendaria, Gran Inquisidor Saalt - respondió el Juez Tolen con la seguridad ciega de los Caballeros Grises - Su dedicación era incuestionable
- Lo se hermano- asintió Garth - Pero a menudo, el odio es una puerta hacia la obsesión, la obsesión a la locura, y la locura es la llave que abre los corazones al sonido de la disformidad.
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Weiss Van Alsick se sentía arder. El Báculo colgaba en su cinto, cambiando de forma con tanta rapidez, que apenas era un mancha borrosa y oscura ante sus ojos. Se sentía mas grande, mas fuerte, mejor. El desasosiego en su pecho se había convertido en una cosquilleo placentero que parecía animar y reforzar sus acciones. El odio que antes le había parecido doloroso e incómodo era ahora algo casi físico con lo que podía actuar. Todo lo que las voces le habían prometido estaba ante sus ojos, tras el portal oscuro enmarcado en piedras con eones de antigüedad, que zumbaban como un millón de moscas. Todo lo que las voces le habían prometido estaba tras de él. Las herramientas que necesitaba para erradicar al xeno de la existencia eternamente, gruñían inquietos a su espalda, amartillando bólteres milenarios, accionando hachas rojas de sangre seca, vomitando pus amarilla o verdosa por pústulas horribles que nunca iban a curar.
Todo parecía lícito ahora, con tal de conseguir su objetivo: Shas `El Boltha moriría. Moriría mil veces, todas bajo su mano. El poder que necesitaba para doblegar una civilización estaba a unos pocos kilómetros, y un puñado de Templarios Negros, esos arrogantes hijos de puta, no se lo iban a impedir de ninguna de las maneras.
Un marine viejo como las estrellas se acercó apestando como la muerte de un centenar de hermanos.
- Todo está preparado mi señor- dijo con una voz que parecia surgir de los abismos del tiempo.
La voz de Van Alsick se perdió entre el rugido de la locura, entre las pisadas de metal de un avance demoledor, entre el resplandor de una cuenta atrás para el exterminio, que ahora se dibujaba imparable.
- ¡¡¡¡¡SIN PIEDAD!!!!!
sábado, 13 de enero de 2007
Retribución
Weiss volvió a disparar su cañón psíquico, reventando a un xeno en pedazos pequeños y rojos. Se sentía exultante, triunfal. Había temido por la integridad de la maniobra al ver estallar al anciano Land Raider en una nube de fuego azulado, pero esta vez El Emperador había estado de su lado, protegiendoles en todo momento.
Los haces de teletransporte habían funcionado perfectamente y Tarsicius y si escolta hacía un rato que atravesaban las lineas enemigas como un bisturí de inusitada capacidad destructiva. La armadura de Shas `El Boltha había quedado reducida a partículas, pero el general había conseguido eyectarse y escapar, protegido por el fuego de sus francotiradores. Hasta Gaelio, cuyo sarcófago dañado había tenido que ser recuperado de las ruinas de la batalla anterior, y despues de deshacerse de una escuadra de Kroots parecía estar plantado cara al enorme tanque TAU que había acabado con el espíritu del Land Raider.
Los Caballeros Grises disparaban en silencio a su lado, como si rezaran por cada alma tomada, pero El Azote no podía evitar reir y gritar, enajenado por el triunfo que parecía tan cercano. Las sombras habían sido incineradas antes de que pudieran causar más daño y Tarsicius estaba acabando con los ultimos guerreos Tau dejando libre el camino hacia la mina en la que estaba El Báculo, así que lo único que quedaba era capturar al General enemigo y hacerle pagar por todos sus pecados.
Comunicó la orden a su escuadra por el intercomunicador y apuntó con cuidado a las piernas de Boltha.
"Supongo que un Xeno sin piernas también puede sufrir" pensó, y acarició el gatillo dispuesto a mutilar a aquel que tanta humillación le había causado. De repente, un fulgor blanquecino y el ruido de una tremenda explosión le distrajo. La última embestida de Gaelius había provocado daños internos en el Cabeza de Martillo, que había estallado desintegrandose. A lo lejos, los Exterminadores hacían frente a los últimos exploradores colocados a la entrada de la mina, que hacían esfuerzos inútiles por pararles. Van Alsick se giró dispuesto a fijar de nuevo su blanco, pero el xeno había desaparecido.
-¡¡¡APESTOSO HIJO DE PUTA!!!-gritó disparando sin efecto al vacio corredor por donde había escapado su enemigo.
-Sosiego, hermano- musitó la voz calmada del Juez de los Caballeros Grises a su lado- La victoria es nuestra. El objeto impío va a ser recuperado.
-Sí hermano, tienes razón. Congratulémonos por el triunfo de la fé en El Emperador.
-Loado sea El Emperador. Amen
-Así sea.
Weiss apretó con fuerzo la culata de su cañón. Afortunadamente nadie podía ver su cara deformada por el odio tras la máscara de la armadura.
Los haces de teletransporte habían funcionado perfectamente y Tarsicius y si escolta hacía un rato que atravesaban las lineas enemigas como un bisturí de inusitada capacidad destructiva. La armadura de Shas `El Boltha había quedado reducida a partículas, pero el general había conseguido eyectarse y escapar, protegido por el fuego de sus francotiradores. Hasta Gaelio, cuyo sarcófago dañado había tenido que ser recuperado de las ruinas de la batalla anterior, y despues de deshacerse de una escuadra de Kroots parecía estar plantado cara al enorme tanque TAU que había acabado con el espíritu del Land Raider.
Los Caballeros Grises disparaban en silencio a su lado, como si rezaran por cada alma tomada, pero El Azote no podía evitar reir y gritar, enajenado por el triunfo que parecía tan cercano. Las sombras habían sido incineradas antes de que pudieran causar más daño y Tarsicius estaba acabando con los ultimos guerreos Tau dejando libre el camino hacia la mina en la que estaba El Báculo, así que lo único que quedaba era capturar al General enemigo y hacerle pagar por todos sus pecados.
Comunicó la orden a su escuadra por el intercomunicador y apuntó con cuidado a las piernas de Boltha.
"Supongo que un Xeno sin piernas también puede sufrir" pensó, y acarició el gatillo dispuesto a mutilar a aquel que tanta humillación le había causado. De repente, un fulgor blanquecino y el ruido de una tremenda explosión le distrajo. La última embestida de Gaelius había provocado daños internos en el Cabeza de Martillo, que había estallado desintegrandose. A lo lejos, los Exterminadores hacían frente a los últimos exploradores colocados a la entrada de la mina, que hacían esfuerzos inútiles por pararles. Van Alsick se giró dispuesto a fijar de nuevo su blanco, pero el xeno había desaparecido.
-¡¡¡APESTOSO HIJO DE PUTA!!!-gritó disparando sin efecto al vacio corredor por donde había escapado su enemigo.
-Sosiego, hermano- musitó la voz calmada del Juez de los Caballeros Grises a su lado- La victoria es nuestra. El objeto impío va a ser recuperado.
-Sí hermano, tienes razón. Congratulémonos por el triunfo de la fé en El Emperador.
-Loado sea El Emperador. Amen
-Así sea.
Weiss apretó con fuerzo la culata de su cañón. Afortunadamente nadie podía ver su cara deformada por el odio tras la máscara de la armadura.
martes, 9 de enero de 2007
Corazones de metal
Boltha estaba sentado en una silla, mirando a través de una ventana a los fríos páramos de Shiro IV. Lo había conquistado, era suyo. Suyo y de sus hombres. Tristes guerreros de la casta de fuego que dan sus vidas por un ideal, por el bien supremo. Se había estado preguntando el porqué de tanta matanza, su papel en ella.
El recuerdo de Aun' Phi le venía a la cabeza de forma continua. Su amigo habia sido asesinado por el ideal que tantos otros han defendido hasta la muerte. Él no sentía tanta simpatía por el bien supremo. Se habia ganado el puesto gracias a su profesionalidad, no a sus ideas. Y estaba orgulloso de ello. Su trabajo era derrotar al enemigo, sin pensar más allá.
Esta vez sentía que su enemigo era algo más que un igual en el bando contrario. No se trataba de un general imperial, se trataba de Caballeros Grises. No sabía de su existencia hasta que le destrozaron el cuerpo. Ahora Sobrevivía gracias a la tecnología de su raza.
Apretó su nuevo puño de metal y se alzó de la silla.
No tenía ni la más remota idea de lo que pretendían esos fanáticos humanos, pero Shiro IV es y será siempre Tau. Esta vez no lucharía para derrotar al enemigo. Lucharía por sus hombres, y por Aun' Phi.
Shiro IV no era un planeta cualquiera. Era la tumba de sus compañeros, y la defendería hasta que no quede nada de él.
El recuerdo de Aun' Phi le venía a la cabeza de forma continua. Su amigo habia sido asesinado por el ideal que tantos otros han defendido hasta la muerte. Él no sentía tanta simpatía por el bien supremo. Se habia ganado el puesto gracias a su profesionalidad, no a sus ideas. Y estaba orgulloso de ello. Su trabajo era derrotar al enemigo, sin pensar más allá.
Esta vez sentía que su enemigo era algo más que un igual en el bando contrario. No se trataba de un general imperial, se trataba de Caballeros Grises. No sabía de su existencia hasta que le destrozaron el cuerpo. Ahora Sobrevivía gracias a la tecnología de su raza.
Apretó su nuevo puño de metal y se alzó de la silla.
No tenía ni la más remota idea de lo que pretendían esos fanáticos humanos, pero Shiro IV es y será siempre Tau. Esta vez no lucharía para derrotar al enemigo. Lucharía por sus hombres, y por Aun' Phi.
Shiro IV no era un planeta cualquiera. Era la tumba de sus compañeros, y la defendería hasta que no quede nada de él.
Solo puede quedar uno
Weiss Van Alsick, EL AZOTE, con su nueva armadura de retribución, contempló la llanura que pronto estaría llena de ruido y furia.
Un zumbido casi imperceptible los había acompañado desde que aterrizaron. El zumbido del desastre, de la disformidad, del caos. Si aquellos xenos habían estado manipulando el Báculo, su tiempo se agotaba. Debían atacar, desencadenar la furia de la expiación y purificar el paneta. Debían recuperar el objeto impío antes de desencadenar el Exterminatus sobre Shiro IV. Los torpedos ciclónicos que tanto agradaban a Weiss estaban preparados, y la batalla también.
Tarsicius, ahora flamante Gran Maestre, alzó su lanza Némesis en una señal inequívoca. Una de las Hermanas de Batalla perteneciente a un batallón recién incorporado sonrió, haciendo crujir sus guantes sobre la empuñadora del bolter. Los intercomunicadores de todo el ejercito crepitaron con la voz del exterminador:
- ¡POR EL EMPERADOR!
Weiss también sonrió bajo su mascara:
"Por mi venganza"
Un zumbido casi imperceptible los había acompañado desde que aterrizaron. El zumbido del desastre, de la disformidad, del caos. Si aquellos xenos habían estado manipulando el Báculo, su tiempo se agotaba. Debían atacar, desencadenar la furia de la expiación y purificar el paneta. Debían recuperar el objeto impío antes de desencadenar el Exterminatus sobre Shiro IV. Los torpedos ciclónicos que tanto agradaban a Weiss estaban preparados, y la batalla también.
Tarsicius, ahora flamante Gran Maestre, alzó su lanza Némesis en una señal inequívoca. Una de las Hermanas de Batalla perteneciente a un batallón recién incorporado sonrió, haciendo crujir sus guantes sobre la empuñadora del bolter. Los intercomunicadores de todo el ejercito crepitaron con la voz del exterminador:
- ¡POR EL EMPERADOR!
Weiss también sonrió bajo su mascara:
"Por mi venganza"
Venganza
El Azote sentía odio y vergüenza. Aquel agujero recién suturado en su pierna era el recuerdo de la humillante derrota latiendo en su cuerpo. Había perdido la batalla, a sus séquito y a casi todas sus tropas. Aquellos asquerosos xenos azules se lo habían arrebatado todo. La ceremonia en la que Tarsicius había sido ascendido a Gran Maestre por su asombroso rescate le producía una envidia punzante que le avergonzaba. Quería revancha. La necesitaba. Suspiró. La servopuerta siseó al abrirse y dejar entrar al Caballero Gris que le había salvado la vida. Tarsicius le sonrió y estrechó su mano en un gesto de alegría y amistad sinceras.
- ¿Cómo te encuentras?- preguntó
- Mejor- Weiss casi podía saborear el acido corrosivo del odio que destilaba el tono de su voz- Mucho mejor gracias a ti.
- Tú hubieras hecho lo mismo por mi.... sin dudarlo
- Cierto hermano. Muy cierto. Pero ahora mis heridas y mis tropas caídas reclaman venganza contra esa aberrante raza de xenos. Necesito masacrarlos sin piedad.....
- Y recuperar el Báculo de las Mil formas, hermano...
- .....sí. Eso también.
- En realidad venía para anunciarte que vamos a volver a Shiro IV, para la recuperación del objeto y la purificación del planeta. Se nos han asignado más tropas y todo el mundo espera que nuestra victoria sea total y ejemplarizante.
- Lo será, no lo dudes....-dijo el Inquisidor esbozando una media sonrisa-.... hermano. ¿Cuándo partimos?
- Mañana. Atacaremos cuando el primer sol amanezca. Se ha triangulado el nuevo emplazamiento Tau y los psíquicos dicen que la disformidad late en esa zona con fuerza. Quizás los herejes estén intentando manipular el Báculo
- Estupendo
Tarsicius lo miro sorprendido antes de desaparecer con el silbido de la servopuerta, dejando al Gran Inquisidor con sus pensamientos. Su odio tomaba forma de algo sólido y amargo en la boca de su estómago. Algo que usar en la batalla. No volverían a pillarle desprevenido. Esta vez no. Sonrió. Apenas notaba ya el dolor de su pierna...
- ¿Cómo te encuentras?- preguntó
- Mejor- Weiss casi podía saborear el acido corrosivo del odio que destilaba el tono de su voz- Mucho mejor gracias a ti.
- Tú hubieras hecho lo mismo por mi.... sin dudarlo
- Cierto hermano. Muy cierto. Pero ahora mis heridas y mis tropas caídas reclaman venganza contra esa aberrante raza de xenos. Necesito masacrarlos sin piedad.....
- Y recuperar el Báculo de las Mil formas, hermano...
- .....sí. Eso también.
- En realidad venía para anunciarte que vamos a volver a Shiro IV, para la recuperación del objeto y la purificación del planeta. Se nos han asignado más tropas y todo el mundo espera que nuestra victoria sea total y ejemplarizante.
- Lo será, no lo dudes....-dijo el Inquisidor esbozando una media sonrisa-.... hermano. ¿Cuándo partimos?
- Mañana. Atacaremos cuando el primer sol amanezca. Se ha triangulado el nuevo emplazamiento Tau y los psíquicos dicen que la disformidad late en esa zona con fuerza. Quizás los herejes estén intentando manipular el Báculo
- Estupendo
Tarsicius lo miro sorprendido antes de desaparecer con el silbido de la servopuerta, dejando al Gran Inquisidor con sus pensamientos. Su odio tomaba forma de algo sólido y amargo en la boca de su estómago. Algo que usar en la batalla. No volverían a pillarle desprevenido. Esta vez no. Sonrió. Apenas notaba ya el dolor de su pierna...
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