martes, 9 de enero de 2007

Venganza

El Azote sentía odio y vergüenza. Aquel agujero recién suturado en su pierna era el recuerdo de la humillante derrota latiendo en su cuerpo. Había perdido la batalla, a sus séquito y a casi todas sus tropas. Aquellos asquerosos xenos azules se lo habían arrebatado todo. La ceremonia en la que Tarsicius había sido ascendido a Gran Maestre por su asombroso rescate le producía una envidia punzante que le avergonzaba. Quería revancha. La necesitaba. Suspiró. La servopuerta siseó al abrirse y dejar entrar al Caballero Gris que le había salvado la vida. Tarsicius le sonrió y estrechó su mano en un gesto de alegría y amistad sinceras.

- ¿Cómo te encuentras?- preguntó

- Mejor- Weiss casi podía saborear el acido corrosivo del odio que destilaba el tono de su voz- Mucho mejor gracias a ti.

- Tú hubieras hecho lo mismo por mi.... sin dudarlo

- Cierto hermano. Muy cierto. Pero ahora mis heridas y mis tropas caídas reclaman venganza contra esa aberrante raza de xenos. Necesito masacrarlos sin piedad.....

- Y recuperar el Báculo de las Mil formas, hermano...

- .....sí. Eso también.

- En realidad venía para anunciarte que vamos a volver a Shiro IV, para la recuperación del objeto y la purificación del planeta. Se nos han asignado más tropas y todo el mundo espera que nuestra victoria sea total y ejemplarizante.

- Lo será, no lo dudes....-dijo el Inquisidor esbozando una media sonrisa-.... hermano. ¿Cuándo partimos?

- Mañana. Atacaremos cuando el primer sol amanezca. Se ha triangulado el nuevo emplazamiento Tau y los psíquicos dicen que la disformidad late en esa zona con fuerza. Quizás los herejes estén intentando manipular el Báculo

- Estupendo

Tarsicius lo miro sorprendido antes de desaparecer con el silbido de la servopuerta, dejando al Gran Inquisidor con sus pensamientos. Su odio tomaba forma de algo sólido y amargo en la boca de su estómago. Algo que usar en la batalla. No volverían a pillarle desprevenido. Esta vez no. Sonrió. Apenas notaba ya el dolor de su pierna...

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