sábado, 13 de enero de 2007

Retribución

Weiss volvió a disparar su cañón psíquico, reventando a un xeno en pedazos pequeños y rojos. Se sentía exultante, triunfal. Había temido por la integridad de la maniobra al ver estallar al anciano Land Raider en una nube de fuego azulado, pero esta vez El Emperador había estado de su lado, protegiendoles en todo momento.

Los haces de teletransporte habían funcionado perfectamente y Tarsicius y si escolta hacía un rato que atravesaban las lineas enemigas como un bisturí de inusitada capacidad destructiva. La armadura de Shas `El Boltha había quedado reducida a partículas, pero el general había conseguido eyectarse y escapar, protegido por el fuego de sus francotiradores. Hasta Gaelio, cuyo sarcófago dañado había tenido que ser recuperado de las ruinas de la batalla anterior, y despues de deshacerse de una escuadra de Kroots parecía estar plantado cara al enorme tanque TAU que había acabado con el espíritu del Land Raider.

Los Caballeros Grises disparaban en silencio a su lado, como si rezaran por cada alma tomada, pero El Azote no podía evitar reir y gritar, enajenado por el triunfo que parecía tan cercano. Las sombras habían sido incineradas antes de que pudieran causar más daño y Tarsicius estaba acabando con los ultimos guerreos Tau dejando libre el camino hacia la mina en la que estaba El Báculo, así que lo único que quedaba era capturar al General enemigo y hacerle pagar por todos sus pecados.

Comunicó la orden a su escuadra por el intercomunicador y apuntó con cuidado a las piernas de Boltha.
"Supongo que un Xeno sin piernas también puede sufrir" pensó, y acarició el gatillo dispuesto a mutilar a aquel que tanta humillación le había causado. De repente, un fulgor blanquecino y el ruido de una tremenda explosión le distrajo. La última embestida de Gaelius había provocado daños internos en el Cabeza de Martillo, que había estallado desintegrandose. A lo lejos, los Exterminadores hacían frente a los últimos exploradores colocados a la entrada de la mina, que hacían esfuerzos inútiles por pararles. Van Alsick se giró dispuesto a fijar de nuevo su blanco, pero el xeno había desaparecido.

-¡¡¡APESTOSO HIJO DE PUTA!!!-gritó disparando sin efecto al vacio corredor por donde había escapado su enemigo.
-Sosiego, hermano- musitó la voz calmada del Juez de los Caballeros Grises a su lado- La victoria es nuestra. El objeto impío va a ser recuperado.
-Sí hermano, tienes razón. Congratulémonos por el triunfo de la fé en El Emperador.
-Loado sea El Emperador. Amen
-Así sea.

Weiss apretó con fuerzo la culata de su cañón. Afortunadamente nadie podía ver su cara deformada por el odio tras la máscara de la armadura.

martes, 9 de enero de 2007

Corazones de metal

Boltha estaba sentado en una silla, mirando a través de una ventana a los fríos páramos de Shiro IV. Lo había conquistado, era suyo. Suyo y de sus hombres. Tristes guerreros de la casta de fuego que dan sus vidas por un ideal, por el bien supremo. Se había estado preguntando el porqué de tanta matanza, su papel en ella.

El recuerdo de Aun' Phi le venía a la cabeza de forma continua. Su amigo habia sido asesinado por el ideal que tantos otros han defendido hasta la muerte. Él no sentía tanta simpatía por el bien supremo. Se habia ganado el puesto gracias a su profesionalidad, no a sus ideas. Y estaba orgulloso de ello. Su trabajo era derrotar al enemigo, sin pensar más allá.

Esta vez sentía que su enemigo era algo más que un igual en el bando contrario. No se trataba de un general imperial, se trataba de Caballeros Grises. No sabía de su existencia hasta que le destrozaron el cuerpo. Ahora Sobrevivía gracias a la tecnología de su raza.

Apretó su nuevo puño de metal y se alzó de la silla.

No tenía ni la más remota idea de lo que pretendían esos fanáticos humanos, pero Shiro IV es y será siempre Tau. Esta vez no lucharía para derrotar al enemigo. Lucharía por sus hombres, y por Aun' Phi.

Shiro IV no era un planeta cualquiera. Era la tumba de sus compañeros, y la defendería hasta que no quede nada de él.

Solo puede quedar uno

Weiss Van Alsick, EL AZOTE, con su nueva armadura de retribución, contempló la llanura que pronto estaría llena de ruido y furia.
Un zumbido casi imperceptible los había acompañado desde que aterrizaron. El zumbido del desastre, de la disformidad, del caos. Si aquellos xenos habían estado manipulando el Báculo, su tiempo se agotaba. Debían atacar, desencadenar la furia de la expiación y purificar el paneta. Debían recuperar el objeto impío antes de desencadenar el Exterminatus sobre Shiro IV. Los torpedos ciclónicos que tanto agradaban a Weiss estaban preparados, y la batalla también.
Tarsicius, ahora flamante Gran Maestre, alzó su lanza Némesis en una señal inequívoca. Una de las Hermanas de Batalla perteneciente a un batallón recién incorporado sonrió, haciendo crujir sus guantes sobre la empuñadora del bolter. Los intercomunicadores de todo el ejercito crepitaron con la voz del exterminador:

- ¡POR EL EMPERADOR!

Weiss también sonrió bajo su mascara:

"Por mi venganza"

Venganza

El Azote sentía odio y vergüenza. Aquel agujero recién suturado en su pierna era el recuerdo de la humillante derrota latiendo en su cuerpo. Había perdido la batalla, a sus séquito y a casi todas sus tropas. Aquellos asquerosos xenos azules se lo habían arrebatado todo. La ceremonia en la que Tarsicius había sido ascendido a Gran Maestre por su asombroso rescate le producía una envidia punzante que le avergonzaba. Quería revancha. La necesitaba. Suspiró. La servopuerta siseó al abrirse y dejar entrar al Caballero Gris que le había salvado la vida. Tarsicius le sonrió y estrechó su mano en un gesto de alegría y amistad sinceras.

- ¿Cómo te encuentras?- preguntó

- Mejor- Weiss casi podía saborear el acido corrosivo del odio que destilaba el tono de su voz- Mucho mejor gracias a ti.

- Tú hubieras hecho lo mismo por mi.... sin dudarlo

- Cierto hermano. Muy cierto. Pero ahora mis heridas y mis tropas caídas reclaman venganza contra esa aberrante raza de xenos. Necesito masacrarlos sin piedad.....

- Y recuperar el Báculo de las Mil formas, hermano...

- .....sí. Eso también.

- En realidad venía para anunciarte que vamos a volver a Shiro IV, para la recuperación del objeto y la purificación del planeta. Se nos han asignado más tropas y todo el mundo espera que nuestra victoria sea total y ejemplarizante.

- Lo será, no lo dudes....-dijo el Inquisidor esbozando una media sonrisa-.... hermano. ¿Cuándo partimos?

- Mañana. Atacaremos cuando el primer sol amanezca. Se ha triangulado el nuevo emplazamiento Tau y los psíquicos dicen que la disformidad late en esa zona con fuerza. Quizás los herejes estén intentando manipular el Báculo

- Estupendo

Tarsicius lo miro sorprendido antes de desaparecer con el silbido de la servopuerta, dejando al Gran Inquisidor con sus pensamientos. Su odio tomaba forma de algo sólido y amargo en la boca de su estómago. Algo que usar en la batalla. No volverían a pillarle desprevenido. Esta vez no. Sonrió. Apenas notaba ya el dolor de su pierna...

First Blood

Un disparo alcanzó el pecho del inquisidor. Van Alsick no dio importancia al impacto, aunque su vista parecía sentirse algo afectada. Su determinación hacia que siguiese avanzando hacia su odiado enemigo. Un segundo disparo atravesó su pierna, dando con él en el suelo. Era incapaz de moverse. Por mucha voluntad que le quedase, solo podía arrastrase lastimosamente hacia las posiciones Tau. Sus sentidos se apagaban. Sus cansados ojos eran incapaces de distinguir entre amigos y enemigos.

Ese maldito Tarsicius habia tardado demasiado en llegar.



El general Tau echó un vistazo al horizonte. Parecía que todo habia acabado. Los Gue'la habian eliminado a su escolta y habian dañado parte de su antigua armadura de combate, pero seguía funcionando completamente.

La escuadra Sombra se habian encargado de dar muerte al inquisidor y sus cofrades. El Cabezamartillo habia dejado inmovilizado al temible Dreadnought. Las tropas de choque inquisitoriales estaban en desbandada, muertas, o terriblemente malheridas. De verdad que todo habia acabado.

Boltha se acercó a Aun' Phi para comunicarle el cese de las hostilidades por parte del ejército humano, cuando un destello iluminó el campo de batalla.

Unas brillantes armaduras plateadas habian aparecido repentinamente entre las filas del ejército Tau, dando comienzo a una masacre entre los guerreros de la casta de fuego. Las armaduras de la infantería parecían hechas de mantequilla en cuanto entraban en contacto con las afiladas cuchillas de los Caballeros Grises.

Los Tau rodearon a las cinco enormes figuras, y dispararon enloquecidamente a los asesinos de sus compañeros. Dos caballeros fueron neutralizados, pero los otros tres restantes asaltaron las posiciones defendidas por las armaduras Sombra, repitiendo la morbosa escena que hacia solo unos segundos habian realizado con los guerreros.

En ese flanco del campo de batalla ya solo quedaban el etéreo y el Shas o' Boltha. El Aun se lanzó fanáticamente a por los Exterminadores. Poco le quedaba por hacer. O atacaba, o atacaban. El resultado hubiera sido el mismo.

Boltha vió como la cabeza de su lider espiritual se separaba del cuerpo. Sintió un escalofrío en el cuerpo, un sentimiento que no habia probado antes. Daba igual cual acabara siendo el resultado de la contienda. El etéreo estaba muerto. La personificación del Bien Supremo yacía inherte en el suelo, y sus verdugos venían ahora a por él.



Al despertar se encontró con una fuerte luz blanca delante de él. ¿Dónde estaba ahora? Antes de formularse una nueva pregunta, oyó una tranquilizadora voz femenina que le recordaba a la de Aun' Phi. La visión de una enfermera le quitó la posibilidad de estar soñando o en algún tipo de paraíso.

Había sobrevivido al ataque de los caballeros grises. Gracias a la tecnología del imperio Tau, habian conseguido que su cuerpo siguiese funcionando plenamente, aunque su aspecto había cambiado notablemente.

A pesar de las desmoralizadoras pérdidas que habian sufrido, sus tropas habian conseguido mantener a raya a las destructivas fuerzas del Ordo Malleus, pero... ¿Por cuanto tiempo?

Preparando la batalla

"Weiss Van Alsick, se ganó su sobrenombre de “El Azote” tras ordenar el Exterminatus sobre el mundo-granja Taifoon VIII (en el vecino sistema Interlink) y arrasarlo con una incesante lluvia de bombas víricas y torpedos de ultraplasma. Taifoon VIII había sido infestado por Saah’st’iir El Siseante y sus fervientes servidores, y fue Van Alsick el encargado de exorcizar al demonio y purificar el planeta. Por esta impresionante victoria, al Inquisidor Weiis le fue entregada el Hacha Demonio “Saah’st”, que blande con orgullo en todas las reuniones del Ordo Malleus Puritano Monodominante.

El hermano Tarsicius conoció a Van Alsick en ese infame exorcismo, en el que participó cuando apenas acababa de recibir la gracia de su armadura de exterminador de los Caballeros Grises. Guerrero infatigable, su implacable fe y su incorrompible pureza de alma le han hecho ascender rápidamente, consiguiendo el grado de Hno Capitán que ahora ostenta y una escuadra de cuatro hermanos exterminadores a su mando.

Shiro IV, en el sistema Zenon Prime, es el planeta mina con el yacimiento de Protheum mas grande la de galaxia. Fuente de energía casi inagotable, el valor del mineral en el mercado interestelar es incalculable. Aunque el Imperio se encuentra tecnológicamente estancado y es incapaz de refinar el mineral para obtener su energía, es muy consciente del poder económico que le proporciona controlar este yacimiento, por lo que el planeta Shiro IV se ha convertido en una pieza fundamental en la economía imperial.

La joven raza Tau, que dispone de una tecnología mucho más moderna y adaptable, también es consciente de las infinitas posibilidades que puede proporcionarle el procesamiento del Protheum y el control de este apartado planeta, por lo que decide lanzar un ataque de ocupación a las ordenes del reconocido General Shas `El Boltha y su consejero etéreo Aun ´Phi. Las defensas de la guardia Imperial presentes en el planeta poco pueden hacer ante el poderío Tau, y caen con facilidad tras 2 días de asedio.

Aunque la economía poco le importa a Van Alsick, un holomensaje enviado por una patrulla de la Guardia que se ocultó en una de las últimas minas excavadas en el planeta, han puesto en alerta al Inquisidor ante una nueva amenaza de la Disformidad. En el citado holomensaje, podía apreciarse como uno de los soldados tropieza con un objeto de forma difusa, y lo desentierra como poseído de un inesperado paroxismo. Enarbolando algo parecido a un bastón que va cambiando de forma continuamente (ahora una serpiente, ahora un barra de hierro oxidada, ahora un cetro de oro y joyas) el soldado grita algo en un lenguaje olvidado e incomprensible y tras un fogonazo la imagen desaparece. Después de enviar las imágenes a Titán, mundo-templo de los Caballeros Grises, una consulta de emergencia al Librarium Daemonica que le cuesta la vida a un novicio y graves heridas a un hermano, confirmó a Van Alsick sus peores temores. El objeto borroso y cambiante es el “Báculo de las Mil Formas”, corrupto y poderoso objeto de Tzeench y antigua llave del portal del Caos de Alsahadar, actualmente en aparente inactividad.

Ante el peligro de que los xenos herejes en un alarde de ignorancia típica de su impía raza se apoderen del objeto de perdición y ocasionen un desastre reabriendo el portal y desencadenando una tormenta de disformidad sin precedentes, la intervención de la Inquisición debe ser fulminante e implacable.

El inquisidor mandó una advertencia a los Tau, arropado por la jerarquía Imperial, haciéndoles saber que si no abandonaban automáticamente el planeta, serían arrasados sin piedad por las fuerzas Imperiales. El General Boltha, envió un negociador de la casta del agua, pero la respuesta del inquisidor fue tajante y brutal: la cabeza del embajador ensartada en una pica dorada. La purificación era inminente e inevitable.

Una vez cursada una solicitud de alta prioridad reclamando el apoyo de la escuadra de exterminadores de Tarsicius, el Inquisidor Weiss Van Alsick, aterriza con su séquito y dos escuadras de comando en los yermos de Shiro IV, donde ya le espera el Venerable Hermano Gaelio, confinado en su implacable Dreadnought. Las noticias no pueden ser mejores, ya que el Hno Tarsicium y su escuadra están a punto de ser transportados a la superficie del planeta.

A lo lejos, Shas `El Boltha dispone cuidadosamente el emplazamiento de sus tropas y consolida posiciones alrededor del yacimiento origen del conflicto.
Antes de subirse a su armadura de combate, mira a su consejero con una media sonrisa apenas dibujada en el rostro.
- Los derrotaremos Mi General...-asiente el etéreo con su voz opaca
- Lo sé.

La batalla está a punto de empezar..."

First Contact

El sistema llamado Zenon Prime se encuentra en el flanco oriental de los territorios controlados por el hombre. Este sistema tiene en su haber varios planetas, entre ellos Shiro IV, mundo rico en mineral. Hace unos pocos meses -horario de la sagrada terra- llegó un contingente Tau, al mando del Shas 'o Boltha, reclamando el planeta para el Imperio Tau y en nombre del Bien Supremo. Las precarias fuerzas de defensa planetaria no tardaron en ser reducidas por el adversario alienigena.

Tras la rendición del lider imperial, Shiro IV pasó a ser considerado parte del Imperio Tau.

En una de las grandes zonas de extracción de minerales, unos trabajadores encontraron un extraño artefacto, enterrado en las más profundas galerías subterráneas. Los gobernantes Tau no prestaron demasiada atención al evento, suponiendo que se trataría de restos ancestrales de alguna civilización que desaparecería muchos siglos atrás.

Para el Imperio del hombre el artefacto no se vería con los mismos ojos. El Inquisidor Weiss Van Alsick, bien conocido como "El Azote", se hizo eco del descubrimiento. En sus investigaciones llegó a la conclusión de que se trataba de un objeto demoníaco llamado "Báculo de las mil formas", que trajo la desgracia a una colonia humana ubicada por la misma zona en la que se encuentra el planeta Shiro IV.

El inquisidor envió una advertencia a los Tau, haciéndoles saber que si no abandonaban automáticamente el planeta, serían arrasados sin piedad por las fuerzas Imperiales. El comandante Boltha, envió un negociador de la casta del agua, pero el hombre estaba totalmente determinado a cumplir su amenaza.

El ejército inquisitorial no parecía capaz de hacer frente a las defensas alienígenas, pero para desgracia de estos, un contingente de Caballeros Grises al mando del Hermano Tarsicium fue asignado al mando de "El Azote".

Ahora las fuerzas se encuentran frente a frente. La sangre regará los campos de Shiro IV.